"Muerte a la aurora"
Viajero, debes partir
A la aurora, enjuga tus pies sobre
La humedad de nariz perruna de la tierra
Deja que la aurora sosiegue tus lámparas.
Y mira languidecer el ataque de las espinas ante la luz
Pies algodonosos para disolver en el azadón
Las lombrices tempranas
Ahora las sombras se extienden con debilidad
Ni muerte de la aurora ni triste postración
Esta suave charamusca, suaves engendros que desisten
Rápidos goces y recelos para un día desnudo.
Barcos cargados se someten a la asamblea sin rostro de la niebla
Para despertar los mercados silenciosos -Veloces, mudas
Procesiones por grises desvíos...
Sobre este cobertor, hubo
Súbito invierno a la muerte
Del solitario trompetero de la aurora. Cascadas
De blancos pedazos de pluma... pero ello decidió
Un rito banal. Conciliación salvajemente
Exitosa, primero
El pie derecho para el júbilo, el izquierdo para el pavor
Y la madre suplicaba, Hijo
Jamás camines
Cuando el camino aguarda, hambriento.
Viajero, debes proseguir
Al alba.
Te prometo prodigios de la santa hora
Presagios como el aleteo del gallo blanco
Perverso empalamiento -Como quien desafiara
Las iracundas alas del progreso del hombre...
Más, ¡semejante espectro! Hermano
Mudo en el sobresaltado abrazo de
Tu invención -Esta mueca de burla
Esta contorsión cerrada - ¿Soy yo?
Wole Soyinka (Nigeria)
Premio Nobel de Literatura 1986.
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Poema Bantu
Hemos viajado lejos
en las entrañas del tiempo
con pies de millones de años
abatiendo las venas de las montañas,
sosteniendo valles contra mares de arena
que todavía persiguen la fértil cima
de nuestra tierra. Preguntamos
como el primer pájaro volando sobre el agua
pregunta a las olas por la sal
Preguntamos, nosotros que viajamos,
¿cuándo llegaremos?
¿Cuándo,
llegando de donde salimos?
Renovamos nuestros ojos en frescas leyendas
contra las tormentas de arena que cubren las nubes
donde no hay lluvia que empape las arenas ardientes
Preguntamos: nosotros que hemos cruzado golfos y acantilados
buscando siempre grandes mesetas
y mayores libertades para encontrar el cielo más grande
bajo cuyo sol nuestros brazos se abren
para abrazar el sueño más grande
Preguntamos: nosotros que viajamos
¿cuándo llegaremos?
¿Cuándo acogeremos el cálido
regreso a casa? Nosotros
que hemos seguido el rastro eterno
–orgullo de los uBantu– desde la costa de Guinea
y los tantos ríos debidos
al Futa Jallon y al Kilimanjaro,
nosotros que hemos unido los grandes flujos de las eras–
el Nilo y el Níger,
el Zambezi, el Mjolozi y el Congo
Nosotros que hemos seguido al antiguo conocedor
que pidió sitio para la danza
antes de que ellos levantaran sus pies
Nosotros no deseamos ofender la tierra
en cuyo pecho debemos descansar,
Preguntamos: ¿cómo llegaremos?
¿Cuáles vientos
cuáles silbidos
cuáles canciones?
¿Cuáles las flautas, las sonajas, los fuetes
cuáles las baquetas
para llevar a nuestros guías a la arboleda
donde los ancestros de todos los climas
todos los clanes y las naciones a la vez
juntaron su sangre con el juramento
de la esencia de la tierra?
Nosotros que viajamos: en nuestras muchas idas
y nuestros regresos sin fin
preguntamos: ¿cuándo llegaremos?
donde el mundo comienza
en la palma de la mano
donde los conocedores desearon que terminara
con el lirismo puro del grito de amor de la mujer
encrestando la vacilante virilidad de la soledad
para juntar a todos los niños bajo el sol,
en un solo pecho, una canción de muchas voces
atravesando desde el centro de la tierra
hasta la estrella más lejana
(de The Feast of Return)
traducción de María Baranda
Odia Ofeimun
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